Por un lado, cada vez más mujeres deciden ser madres solteras por convicción. Es decir, mujeres que desean tener un hijo y que, o bien no tienen pareja masculina, o bien no esperan a que ésta llegue para cumplir su sueño. La donación de semen –que siempre es anónima, de acuerdo a la Ley- permite la inseminación artificial y, por tanto, la concepción sin mantener relaciones sexuales con un hombre. De hecho, este punto está íntimamente relacionado con otra de las razones que explican la demanda. Las lesbianas, solteras o con pareja femenina, recurren a la reproducción asistida para poder ser madres sin necesidad de tener sexo con un hombre.
Cabe también hacer referencia a la perspectiva vital de las mujeres hoy en día, en general. Su incorporación masiva en el mercado laboral y su emancipación económica han abierto las metas profesionales y las aspiraciones. Muchas de ellas eligen el momento más adecuado para ser madres atendiendo a criterios sociales y no tanto biológicos. Sin embargo, la fertilidad de la mujer empieza a disminuir de manera considerable a partir de los 37 años de edad. La fertilidad femenina puede verse comprometida al retrasar la decisión de buscar un bebé y, por lo tanto, recurren a la técnicas de reproducción asistida. Hay quien, en esta línea, también asiste a las clínicas especializadas para someterse a un tratamiento de vitrificación de óvulos para preservar su fertilidad.
Las uniones personales estables también se dan actualmente a edades más tardías y ello también conlleva consecuencias reproductivas. En todo caso, la accesibilidad a los servicios de fecundación artificial con precios justos y los casos de éxito también han contribuido a que la población estéril consulte a los especialistas y que lo haga, además, cada vez antes y con mayor frecuencia.